Que cagón te volviste, Matías. Todos los modelos de valentía los aprobás, pero cada vez que te toca jugar en la cancha grande, titubeás. Rosa. Muy rosa y poco celeste.
Ahora bien, dado a limbo en el que creo estar (creo; está claro que me encuentro en un extremo o en el otro, solamente que todavía no lo sé), relataré en dos posturas, sin necesidad de distinguirlas o definirlas.
- ¿Qué carajo pasá? Me ves ir, con los ojos llenos de nosotros y ahora no siento ni una gota de oxígeno. Habrá caído la lluvia, y no pude siquiera cubrirte. Habrá pasado lo que pasó (o lo que pasaba).
- Claramente, no lo creo. No es quien yo conocí. Además, ¿qué tendría que decir yo? Es una verdadera espina de pescado. Y aquí estoy, volví. Jamás me fui.
Estas ganas de nada, menos de ti.

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