martes, 1 de febrero de 2011

Tu viajecito me mata

No es a propósito. Me salen las ganas de escribir en momentos como este. Y después de unos meses, acá estoy, nuevamente. Tras unas vacaciones de todo tipo, caigo otra vez en la realidad.

Que cagón te volviste, Matías. Todos los modelos de valentía los aprobás, pero cada vez que te toca jugar en la cancha grande, titubeás. Rosa. Muy rosa y poco celeste.

Ahora bien, dado a limbo en el que creo estar (creo; está claro que me encuentro en un extremo o en el otro, solamente que todavía no lo sé), relataré en dos posturas, sin necesidad de distinguirlas o definirlas.

- ¿Qué carajo pasá? Me ves ir, con los ojos llenos de nosotros y ahora no siento ni una gota de oxígeno. Habrá caído la lluvia, y no pude siquiera cubrirte. Habrá pasado lo que pasó (o lo que pasaba).

- Claramente, no lo creo. No es quien yo conocí. Además, ¿qué tendría que decir yo? Es una verdadera espina de pescado. Y aquí estoy, volví. Jamás me fui.

Estas ganas de nada, menos de ti.

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