(Infected Mushroom)
Mientras los pasos al ritmo de la música llegan al punto de ser eternos, hay un paso que puede no preveerse y generar un cambio radical.
Al principio fue la estela de movimientos de quien estaba alrededor y las líneas infintas dibujadas por las luces. Sentirse flotando, no hacer pie, o no saber cómo hacerlo. Y ahí es cuando le cedés tu vida a ese individuo que tiene una bandeja adelante y decide qué hacer: te lleva a Marte, sentís el calor y una gravedad extraña; te transporta al fondo del mar, el ambiente se torna lleno de paz, pero una paz que se logra estando a metros bajo el agua, y los sonidos se vuelven ese eco propio de la profundidad...
Y llega el momento en que todo esto deja de ser... "perfecto".
La oscuridad se abalanza y no hay escapatoria.
Atinás a buscar algo que te lleve a la vida de allá afuera, a la que tenías antes de entrar y la que pensás tener cuando vas a salir. Pero los sentidos te fallan. La luz es esa conexión con el afuera. Y al descansar un poco con ella, te deja al descubierto el mundo en el que entraste. Lo más preciado es el agua, un dolor insoportable es cuando te encontrás agachado buscando algo en el suelo, las expresiones corporales se divorciaron del sistema nervioso. Y lo único que siempre está es LA MU SI CA.
A lo largo de lo que dura la noche te sentiste al 200%, sentiste miedo, sentiste calor, sentiste deseo, sentiste ser indestructible...
Pero se apaga el sonido, miras a los costados y... Todos somos iguales.

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