¡Qué viejos que estamos!
Eso fue lo primero que pensé cuando hoy ví las velitas de la torta. Era una noche copada del viaje a Carlos Paz que te encerraste en mi habitación muy nerviosa y desconcertada. Y yo, sin haberte cruzado una palabra antes, me tiré el lance de ver si querías que te escuche, que te de una mano con lo que pueda. Y vos te jugaste, y decidiste confiar en lo que yo te ofrecía.
Fue el primer momento, nuestro primer momento: no hay dudas en decir que fue el inicio de nuestra amistad.
Las cosas que pasaron boluda. Yanina, Olloqui y su no-cuello, tu cumple de quince, tus celos por mis amistades, los míos por el negro :), el negro jaja, alguna que otra mentira, la pelea, la bronca, los intentos de charla, mi orgullo, mi perdón tardío, tu elección equivocada, la distancia... Esta última, bastante grande.
Hasta que un nuevo viaje nos encontró otra vez. Creo que los dos sabíamos que ese viaje iba a servirnos.
Y me atrevo a decir que nos amamos mucho, porque en los momentos jodidos siempre nos sentimos; pero también que le erramos con esa pelea. Que hoy las cosas serían algo más diferentes... Vivíamos juntos. Los recreos eran siempre de a dos, conmigo pasandote la mano por arriba de los hombros y vos agarrandola desde abajo.
Sos mi primer persona importante femenina verdadera. Mi primer amiga de extrema confianza para aquellas cosas en las que se tenía que hondar un poco más. Y seguramente, mi primer muestra de que por orgullo se pueden perder cosas importantes y arrepentirse (aunque sabemos que no he cambiado ese hábito, lamentablemente).
Han pasado ya estos seis años, ¡Seis! Muchísimo.
Feliz vuelta de sol Paulita, hoy no tengo todas las luces para expresarme, pero te amo mucho, y ojalá cumplamos con lo que nos debemos.

No hay comentarios:
Publicar un comentario