martes, 11 de agosto de 2009

Aunque me cueste el corazón

No me gusta pensar acostado. Todos estos últimos días preferí irme a dormir escuchando música. Ahí todo esta dicho, no imaginás tu historia, sino que la reflejas en la canción. A diferencia de todo el mundo que conozco, que aprovecha la almohada para contarle lo que le pasa, yo lo hago cuando me baño. Papá, mamá, he aquí la razón de mi duración en la bañera. Me hace sentir bien... Libre de expresarme de cualquier forma. Y que quizás el agua se lleve lo que no quiero que se vea afuera...
Hoy volví a ver negro el cielo. Desde el principio supe cuál es mi situación, pero que alguien te la refleje quizás te la hace asimilar más de lo que vos la aceptabas. Y es duro. Imaginarte ahí, sabiendo todo lo que sabés e igualmente tirando para adelante para finalmente caer en picada. No hay que dejarse llevar por lo que arrastra el viento, pero así como a veces te tira para adelante, otras empuja para el otro lado. Y no estamos ajenos. Las palabras y el viento siempre están.

Esas... DECISIONES... Fueron las que hoy crearon el lugar en el que estás parado, y hoy vuelven a pedirte que acudas en su uso. Si pensás que todas las que tomaste fueron erroneas, ahora te toca volver a elegir. De positivo hay que si te equivocaste y aprendiste a ver en dónde, no vas a volver a agarrar el mismo camino... ¿Y de negativo? Ja, de negativo tenés que esto no es el libro en el que vas decidiendo que opción elegir y que al equivocarte y ver como la página te dice "te has muerto incinerado por haber encendido el fósforo cuando habías sentido olor a gas", volvés a arrancar desde el lugar erróneo y cambias el destino. No. Esto es una suma de libritos... Donde cada uno tiene el suyo, y donde cada decisión propia afecta la ajena. Y así, los libritos fueron cambiando... Y cada opción deja de ser tan clara, haciendo más y más ancha la franja de un nuevo error...

Me molesta tener que llegar a este punto para valorarte. La historia del ladrón que se arrepiente antes de que lo crucifiquen nunca me convenció. Es fácil pedir perdón y sentirse realmente avergonzado de lo hecho antes de que te den el toque final. Por eso, yo pido perdón en la cruz que me toca y merezco, pero por favor, bajenme que quiero hacerles saber esto a los que lastimé e intentar sanar su dolor o sus heridas cerradas; y así, una vez que pueda darles la paz que alguna vez destruí, al momento de juzgarme, quien realmente deba hacerlo y hoy merece hacerlo, decida retirar el castigo o simplemente clavar la hoja con la verdadera y profunda sensación de que quien acaba de caer lo hizo con todos aquellos valores que le faltaron al momento de ser llevado por primera vez a esa instancia, y convencida de que el caído no volvería nunca más a estar allá arriba, aunque ya no tenga oportunidad de demostrarlo.


Suele pasarme, olvido lo que importa más
y dados redondos tuercen mi chance.
A veces exagero mi humor, los martinis y los tafiroles,
¡Hay que estar un poquito sonado para olvidarte!
Estoy complicado, no me hago ilusiones;
y me quedan recuerdos lindos...


(perdón por cambiar el final de la letra)

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